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No paraba de arriesgar. Ganaba, perdía. Perdía, ganaba. Era un vaivén de emociones donde siempre tiraba más el deseo de hacerse con la victoria. Pero no fue capaz de calcular todos los riesgos. Los dados no se pusieron de su parte y, sin ternerlo previsto, uno de ellos se perdió. Y ella se extravió con él. Al final, como siempre, perdió la partida
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